Apoyos de andar por casa

Cuando asistimos a clases de yoga, suelen tener a mano toda clase de apoyos para ayudarnos a hacer ciertas posturas. Hay quienes no las usan nunca, pero también hay personas para las que son imprescindibles.
Cuando nos disponemos a hacer yoga en casa, no tenemos esos apoyos tan estupendos, pero seguro que podemos encontrar elementos comunes y corrientes, que nos pueden servir como tal.
Zafu. El zafu es el nombre que recibe el cojín de meditación. Suelen ser gruesos y bastante firmes. Normalmente están rellenos con la cáscara de algún cereal, también es común encontrarlos rellenos de lana o algodón. Si no tenemos zafu, nos puede servir cualquier cojín firme y grueso, uno doblado por la mitad, varios colocados unos encima de otros o una manta doblada hasta conseguir la altura necesaria para estar cómodos.
Cinturón. Cualquier cinturón servirá, sólo asegúrate de que es suficientemente largo. Los de albornoz o bata son más agradables al tacto que los de piel con hebilla.
Bloques. Para suplir los bloques se pueden utilizar paquetes de arroz o de legumbre. Otra buena opción son los libros, gruesos y de tapa dura. Ese libro tan pesado que nunca conseguiste terminar ¡por fin te servirá para algo!
Mantas. Las mantas siempre son bien recibidas en la práctica de yoga. Se pueden usar de muchas maneras: dobladas para colocar bajo los hombros en “Sarvangasana”. Bajo la cabeza en “Sirsasana” . Bajo las rodillas o los empeines. Como sustituto del zafu. Para cubrirse durante la meditación o la relajación final.
Silla. Cualquier silla estable servirá. Obviamente que no sea giratoria ni plegable, ¡no se vaya a cerrar en el momento más inoportuno!
Pared. Disponte cerca de una pared lisa, sin cuadros, muebles ni espejos. Que tampoco tenga ventana ni puerta.
Cojines. De varios tamaños, gruesos e incluso formas. Todos son bienvenidos y si estás habituado a utilizar apoyos en tu práctica, combinarlos de manera correcta puede ser la clave del éxito en tu práctica en casa.
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AHIMSA - Descubriendo el camino del amor

La palabra sánscrita Himsa significa daño. El ser humano es experto en esta práctica tanto a nivel global como particular; no hay más que ver los efectos que nuestro egoísta modo vida está causando en el medio ambiente, los constantes conflictos bélicos entre países, las dificultades que tenemos a la hora de aceptar lo que es diferente, al comunicarnos y lo mal que nos tratamos a nosotros mismos en muchos aspectos.
La luz y la oscuridad forman parte de la naturaleza de todas las cosas. Un elemento sin el otro no puede existir, porque el contrario da sentido y potencia esas cualidades. Me gusta pensar que nuestra sombra o lado oscuro es lo que nos da perspectiva a la hora de brillar con intensidad.
La otra cara de Himsa es Ahimsa, “la no violencia”. Este término filosófico se enmarca en tradiciones religiosas como el Hinduismo, el Jainismo y el Budismo, promoviendo una actitud de respeto hacia la vida humana, animal y vegetal desde una convivencia pacífica, amable y armoniosa.
El gran reto comienza cultivando ese espíritu primero en ti para sembrarlo después en tu entorno. Porque una cosa que está clara, si el cambio no se produce en tu interior como semilla, difícilmente podrás lograr un cambio a tu alrededor.