Yoga en familia: ideas para hacer con niños
Si practicas yoga hace tiempo y tienes por costumbre hacer yoga en casa, si además tienes hij@s pequeños, seguramente hayas pensado alguna vez en hacer yoga con ellos. Aquí te damos algunas claves e ideas para hacer yoga en familia.
El yoga para niños es muy distinto del yoga para adultos. Para que un niño se interese en el yoga y sobre todo, quiera repetir la experiencia, tiene que ser divertido. No esperes que se adapte a tu sesión habitual manteniendo las posturas por un tiempo, sobre todo si es muy pequeño. Debes mostrárselo como algo divertido, como un juego. Pero no olvides que también debe ser divertido para ti. Ten paciencia si notas que su atención se dispersa. Si se aburre cambia de estrategia. Y si deja de mostrar interés, también debes respetarlo y dejarle marchar.
En las sesiones de yoga con niños se trabaja con cuentos, historias inventadas, viajes imaginarios a lugares mágicos, canciones, bailes y básicamente todo lo que tu imaginación sea capaz de crear y recrear.
Si tu peque te ha visto hacer yoga, muy posiblemente haya intentado imitarte y unirse a tu práctica. Pero además de hacer los dos la misma postura, hay más opciones. Puedes ayudarle a hacer alguna asana difícil con la que necesite ayuda o soporte como alguna postura invertida o de equilibrio. Otra idea es que cada uno haga una postura distinta, pero hacerla unidos, manteniendo contacto físico. Te damos algún ejemplo sobre esta idea.
– Niño y arco. Tú haces la postura del niño, e invitas a tu hij@ a que se tumbe boca arriba sobre ti, haciendo un arco con su espalda y mirando al techo.
– Doble niño o feto. Otra posibilidad cuando tú estás en la postura del niño es que él haga la misma postura, pero sobre tu espalda.
– Flexión y extensión. Sentaos frente a frente con las piernas abiertas, vuestros pies se tocan. Si tu hijo es muy pequeño en vez de en tus pies, puede apoyar los suyos en tus rodillas. Tomaos de las manos. Cuando uno se inclina hacia delante el otro lo hace hacia atrás, tirando suavemente de las manos. Aunque los niños son muy flexibles, ten cuidado cuando tiras para no lastimarle.
– Torsión. Sentados con las piernas cruzadas espalda con espalda. Haced una torsión los dos hacia el mismo lado girando vuestro tronco. Podéis mantener los brazos abiertos en cruz y unidos. Otra posibilidad es pasaros un objeto, como una pelota o un muñeco, girando de un lado a otro.
– Doble barco. De nuevo sentados frente a frente con las piernas flexionadas ligeramente, vuestros pies se tocan, tomaos de las manos. Levantad los pies estirando las piernas manteniendo los brazos y piernas bien extendidos. Vuestro cuerpo debe formar una V.
– La silla. De pie, uno frente al otro, os tomáis de las manos y hacéis sentadillas. Pueden ser simultáneas o alternas, primero él y después tú. Cuando uno está arriba el otro está abajo.
– Túmbate boca arriba. Desde esta postura básica hay varias posibilidades.
– Si tu hij@ es muy pequeño, flexiona tus piernas elevando los pies del suelo. Sitúa a tu peque frente a ti y elévale sobre la parte inferior de tus piernas (desde las rodillas hasta los pies). Tu hij@ debe quedar tumbado con su abdomen y pecho sobre tus piernas, que deberán estar paralelas al suelo. Tómale de las manos y o de los costados si es muy pequeño. Miraos directamente a los ojos y mantente alerta ante cualquier señal de pérdida del equilibrio.
– Si es más mayor (a partir de 3 o 4 años) pídele que apoye su abdomen en tus pies, y tomaos de las manos. Elévale en el aire intentando que mantenga el cuerpo recto aunque seguramente no parará de reírse si tiene cosquillas. Miraos a los ojos en todo momento. A él le ayudará a sentirse más seguro y confiado, y además será un momento precioso de conexión con tu hij@.
– Otra opción para hacer con niños más mayores es el trono. Para hacerlo debe sentarse sobre tus pies, colocando los suyos a los lados de tu abdomen. Siempre mirándoos fijamente, coge sus pies con tus manos al tiempo que le elevas lentamente estirando tus piernas. Finalmente sus pies deberían quedar apoyados en las palmas de tus manos y él, sentado cómodamente sobre tus pies.
– Si tu hijo es muy pequeño puedes contarle un cuento o inventarte una historia o un viaje e ir introduciendo las posturas en él (mariposa, cobra, rana, puente, árbol, estrella, camello, etc).
– Un juego muy divertido para hacer en pareja es el juego del Espejo. Poneos de pie uno enfrente del otro. Comienza a moverte despacio y tu hijo deberá seguirte como si fuese un espejo. Puedes usar posturas de Yoga o cualquier movimiento o baile que te apetezca. Después también tu hij@ deberá guiar el movimiento.
– Puedes hacer adivinanzas sobre las posturas de yoga. Después de adivinarla ejecutáis la postura.
También puedes introducir la respiración en forma de juego, por ejemplo:
– Coloca en el suelo algún objeto que te sirva para hacer un pequeño circuito, pueden ser palos de escoba, cojines, una cuerda gruesa, etc. Pon dos pelotas de pin-pon en un extremo del circuito, y tumbaos boca abajo. El juego consiste en soplar la pelota que le corresponde a cada uno hasta llevarla a la meta.
– También con pelotas de pin-pon podéis tumbaros boca abajo uno frente al otro con los brazos extendidos y cogidos de las manos. Pondréis una pelota en el centro. La misión de cada uno es lograr empujar la pelota lo más lejos posible únicamente a base de soplidos.
– Si tienes en casa un pañuelo de algún tejido muy ligero como gasa o tul, lánzalo al aire y mediante vuestros soplidos tenéis que evitar que el pañuelo llegue al suelo.
– Cuando los niños son pequeñitos, puedes introducir molinos de viento para que los soplen, velas para apagarlas, flores frescas para que las huelan. Cualquier objeto que se te ocurra para ayudarle a tomar conciencia del aire que entra y sale de su cuerpecito.
Dicho todo esto sólo me queda expresar que el yoga en familia es una experiencia maravillosa. Lamentablemente no hay una gran oferta de actividades disponibles para hacer padres e hijos juntos.
Es una manera estupenda de pasar tiempo juntos, haciendo algo divertido, beneficioso para el cuerpo y la mente de ambos, para reforzar los lazos afectivos, para abrazar y mirar a los ojos a ese ser tan pequeño que sientes como si fueses tú mismo.
También es un espacio de tiempo durante el cual podéis relacionaros desde la relajación y el descanso, desconectados tanto del trabajo como del colegio.
Y quién sabe… tal vez sembréis en ellos la semilla del anhelo de la evolución interior y el autoconocimiento.
Cristina Herrero es profesora de yoga y meditación en Gaia.
Yoga en la adolescencia
La adolescencia es la etapa de mayores cambios en la vida de las personas; éstos son producidos a todos los niveles: físico (cambios en el cuerpo, alteración hormonal, etc.), intelectual (nuevas creencias, nuevas experiencias…) y emocional (necesidad de independencia, de pertenencia a un grupo, timidez, desajustes energéticos, etc.)
El adolescente navega por un mar agitado, resistiéndose, en ocasiones, a despedirse de su estado más infantil, y en otras, precipitándose hacia una madurez repentina.
Este arduo y bello proceso puede llevar a un estado de agitación y confusión, disfrazado de repentinos cambios de humor, rebeldía y aislamiento.
El Yoga, en esta maravillosa y difícil etapa, se presenta como una barca con la que sortear los rápidos y como un ancla al que aferrarse para no ser engullido.
A nivel físico, nuestros hijos desarrollan un mayor conocimiento de su cuerpo (habilidades y limitaciones) creando un sentimiento de aceptación y respeto hacia él.
A nivel interno, se estimula su fuerza interior y su autoestima, logrando desarrollar una mayor seguridad en sí mismos.
A través de la práctica se alcanzan mayores niveles de concentración y relajación, tan necesarios en este momento de gran esfuerzo intelectual.
En mi experiencia como profesora de Yoga, siento que es durante la adolescencia, cuando más beneficiosa se torna la práctica, cuando sus cualidades son absorbidas en mayor medida y, a nivel personal, cuando más me ha satisfecho enseñar.
Namaste.